El Cultural
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, García Márquez, Vargas Llosa, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Bioy Casares, Gabriela Mistral, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Miguel Ángel Asturias, Sergio Ramírez, Luis Rafael Sánchez, Onetti, Roa Bastos, Ernesto Sabato, Donoso, Gioconda Belli, Juana de Ibarbourou… y algunos que no me vienen a la memoria son nombres estelares del firmamento literario hispanoamericano contemporáneo. He tenido a lo largo de mi dilatada vida profesional la suerte de conocer a muchos de ellos. Durante el sexenio en que presidí Efe contraté a los más destacados a la colaboración en la agencia, al margen de explosiones circunstanciales. Durante los 15 años en los que fui director del ABC verdadero, junto a Cela, Delibes y Pemán, incorporé a la tercera página del periódico a Octavio Paz, a Miguel Ángel Asturias y a Mario Vargas Llosa. Carmen Balcells, certeramente biografiada por Carme Riera, me arrebató años después, a base de dinero, al autor de La fiesta del chivo, aunque fracasó con Paz y Asturias. Muchos lectores se preguntan si, como ocurrió en el Siglo de Oro español, el esplendor literario iberoamericano se ha oscurecido. No tengo respuesta a la inquietante incógnita y habrá que esperar algunos años para saber si se apaga o no el esplendor del incendio. Sí puedo afirmar que el boom hispanoamericano tiene un sucesor indiscutible: Juan Gabriel Vásquez. El escritor colombiano ha publicado ya una obra que ha robustecido su figura literaria, hasta el punto de que son muchos los que le consideran sucesor de Mario Vargas Llosa. Y aunque el crítico de El Cultural, Santos Sanz Villanueva, subraya con acierto los fallos de su última novela, Los nombres de Feliza, varias de sus publicaciones, sus colecciones de cuentos y sobre todo la novela Los informantes, sitúan a Juan Gabriel Vásquez en la cumbre literaria. Concedida, como a Vargas Llosa, la nacionalidad española, podría convertirse, tal vez, en destacado académico de la Real Academia Española. Decía Vargas Llosa que la gran novela se produce en función de una sólida arquitectura literaria y del planteamiento de un problema moral que el autor no resuelve y lo deja al criterio del lector. En Los informantes, Vásquez establece unos cimientos literarios sin fisuras, aunque inquietantes a veces, y conduce al lector a la reflexión sobre las relaciones padre-hijo. Una judía alemana, Sara Guterman, huye de la Alemania de Hitler y se refugia en Colombia. La II Guerra Mundial explota en la familia de Vásquez y sus aledaños. El protagonista, Gabriel Santoro, que apenas encubre al autor de la novela, se tropieza con las órdenes de Roosevelt a toda América. Y también con las reticencias de un padre contradictorio. El exilio alemán en Colombia se entrelaza con la incierta historia interna, a veces atroz, del gran país suramericano. La novela que Gabriel Santoro decide escribir sobre la exiliada Sara se estrella contra las críticas de su padre, derivando la trama argumental hacia las complejas relaciones paternofiliales. Destacado abogado, profesor de oratoria, el padre respaldado por su amante Angelina, exige a su hijo una calidad humana y profesional a la que él nunca ha llegado. Los informantes, en fin, es una novela de argumento especialmente complejo, a veces tortuoso, que provoca la reflexión del lector, atónito ante las traiciones, las violencias verbales y las intransigencias personales que vertebran el relato. No sé si Juan Gabriel Vásquez se consolidará como sucesor del boom literario hispanoamericano y ni falta que le hace. Su calidad literaria está ya por encima de las etiquetas. Tal vez le corresponde a él señalar los nuevos nombres de la creación literaria en español fraguada entre la veintena de naciones evangelizadas, que no colonizadas, por España y que, como decía mi inolvidado Pablo Neruda, se iluminaron con el esplendor de Rubén Darío. Seguir leyendo
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