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EL ALGORITMO SUSSEX

Aestas alturas, todo el mundo ya sabe que las decisiones las toman los algoritmos. Las aparentemente pequeñas, como qué posts aparecen en el timeline de tu red social, qué canción o playlist sugerirte dependiendo de la hora del día o qué serie recomendarte según tu perfil, pero también, a la larga y por acumulación, las realmente importantes, las que apenas se ven. Gradual y sibilinamente, los algoritmos nos convierten así en consumidores previsibles y autoreferenciales, que se retroalimentan del mismo tipo de contenido, cada vez más parecido a sí mismo, rebajado por los bordes e igualado por abajo. Durante siglos se ha buscado la fórmula del éxito para los productos culturales, y ahora que parece que la han conseguido, la oferta resulta más homogénea e insustancial que nunca. Es lo que ocurre con With Love, Meghan, el último y por el momento más exitoso de los contenidos producidos por los duques de Sussex como parte de su acuerdo de cien millones de dólares con Netflix. En esta serie, la duquesa invita a los espectadores a conocer cómo se desenvuelve como anfitriona. El resultado es otro más de esos realities sobre celebridades, cocinando, reformando sus lujosos domicilios o yendo de compras, convertidos en artículos aspiracionales, guionizados sin rubor como si fuera un larguísimo scroll de Instagram. Seguramente el algoritmo tiene buena parte de responsabilidad no solo de lo anodino y postizo del programa de la duquesa, sino también de lo arrasador de su éxito. Pero un DEJAMOS QUE LOS ALGORITMOS DECIDAN POR NOSOTROS Y ASÍ CONTRIBUIMOS A NUESTRO PROPIO ENTUMECIMIENTO algoritmo, en definitiva, no es más que una fórmula para automatizar la toma decisiones. Pero esa fórmula, cómo se concibe, qué variables tiene en cuenta y qué valor que se le asigna a cada una de ellas, ha sido diseñada por alguien con un propósito muy concreto. Dejar que los algoritmos tomen decisiones por nosotros, ni que sea qué serie mirar después de un agotador día de trabajo, es contribuir, por dejadez, pereza o ignorancia, no solo al entumecimiento de nuestro cerebro, sino también al del colectivo. Seguir leyendo